Historia de dos conventos


Se dice que, en los tiempos de la Castilla Imperial, cuando en el Imperio no se ponía el sol mientras los braceros se morían de hambre; una coplilla hablaba de sus riquezas: “Conventos de Castilla: Tordesillas, Madrigal y Las Gordillas”. Tampoco les voy a engañar, de la rima se pueden leer varias versiones, así que es posible que en cada localidad su convento fuese el más importante del orbe cristiano. Y es posible, incluso, que al hablar del convento de Madrigal no se refiriese a Extramuros, si no al Monasterio de Nuestra Señora de Gracia, en tiempos palacio de Juan II y lugar de nacimiento de Isabel de Castilla. Ya saben ustedes que esto de la historia es todo una nebulosa de confusión y equívocos:ciudades romanas construidas por alienígenas, guerras civiles que empezaron dos años antes de lo que se pensaba, la Atlántida…
Corramos un tupido velo sobre las dudas y supongamos que la rima era mundialmente conocida y que, en efecto, se refería a los ahora desgraciados Convento Agustino de Extramuros y al Convento de Santa María de Jesús, Las Gordillas. Pasando ante sus muros se puede comprobar que, como dijeron Karina y un tal Jorge Manrique, cualquier tiempo pasado parece mejor.
El Convento de Extramuros, fundado en el S. XIV, vivió su mejor época a finales del S. XVI cuando el Arzobispo de Toledo, Gaspar de Quiroga, ordenó reformar y ampliar el mismo en estilo herreriano, lo que, junto a sus grandes dimensiones, le valió, según se dice, la denominación de “El Escorial de Castilla”. Entre sus muros murió, en 1591, Fray Luis de León. Tras la desamortización, en el s. XIX, le sucedió lo que a muchos bienes eclesiásticos: comprado por un particular, utilizado en su mayor parte como silo y establo, fue degradándose poco a poco hasta que apenas quedaron restos de su vieja riqueza. Cuatro muros por allí, un claustro de sillería devorado por la vegetación, una portada amenazando ruina por acá, restos de un torreón al que era mejor no acercarse, una declaración de Bien de Interés Cultural que no acababa de arrancar. La situación era tan calamitosa y preocupante – y peligrosa para todo aquel que osara pasarse por allí – que un grupo de ciudadanos decidió movilizarse para luchar contra la ruina del convento. Las concentraciones y protestas, que se sucedieron durante varios años, tuvieron fruto y el monumento, hoy declarado, por fin, Bien de Interes de Cultural (BIC), fue consolidado por la Junta (160.000 € costó la obra) y abierto en parte al público en Enero de este año.

Por Alberto Martín del Pozo

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Fotografía de El Rincón de Madrigal

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