Adiós al maestro Miguel Delibes

Hoy es un día triste para las letras y para el periodismo. Esta mañana, cuando la radio de mi mesilla comenzaba a relatarme las noticias de última hora, se me hacía un nudo en la garganta tras informar de que la vida del maestro Miguel Delibes estaba dando sus últimos suspiros. Tanto es así, que después de que el agua de la ducha me acabara y de ponerme las pilas para afrontar el nuevo día, la noticia era que el gran periodista y escritor vallisoletano acababa de fallecer en su domicilio, en presencia de sus más queridos.
En ese momento se me vinieron varias imágenes a la cabeza de mis diferentes encuentros con quien fue director del decano de los diarios españoles, “El Norte de Castilla”, pero sobre todo de aquellas mañana de sábado en Valladolid, hace ahora 10 años, cuando el maestro en sus paseos por los jardines del Campo Grande, coincidía con quien entonces éramos estudiantes de periodismo en una clase práctica de fotografía. Con qué sencillez, el maestro de las letras castellanas saludaba a quienes con admiración perdíamos toda la atención de las lecciones que nuestro profesor nos impartía para admirar, aunque sólo fuera por su forma de andar, y de cruzarnos un simple saludo con quien hacía no mucho tiempo había publicado su última novela, “El Hereje”, su homenaje a la ciudad que un 17 de julio de 1917 le vio nacer, y en la que hace unas horas, acaba de dar su último suspiro.
Esas sencillez en sus paseos recuerdan como una persona que podría haber sentado cátedra en cualquiera de las universidades más prestigiosas del Mundo, de haber dirigido uno de los periódicos más influyentes a nivel nacional, fue la que no le apartó de fijar su residencia en Valladolid, cerca de sus amigos, donde poder dar sus paseos, donde poder salir de caza, donde participar en sus tertulias siempre que su labor literaria y periodística le permitiera.
Delibes, fue un verdadero profeta en su tierra, en Valladolid, en Castilla y León, en España. Aparte de la gran cantidad de premios que ha recibido por su dilatada carrera, demasiados metales, como él decía, supo hacer ganarse la admiración de lectores de todo tipo de clases sociales y económicas, pero sobre todo ha recibido a lo largo de su vida el galardón más importante, el cariño de sus contemporáneos.
Sus novelas demuestran la visión de un verdadero periodista sobre la realidad de una Castilla profunda. Son crónicas de la sociedad en la que vivía, de la castilla profunda y rural, donde había amos y lacayos, quienes pasaban necesidades y quienes derrochaban lo que otros necesitaban.
Como periodista, fue un gran escritor, hizo que un periódico provinciano como “El Norte de Castilla”, se convirtiera en una escuela de literatos, creando una excelente cantera en la que firmas como la de José Jiménez Lozano, Paco Umbral, César Alonso de los Ríos, Manu Leguineche o Ángel María de Pablos, entre otros, han sabido compaginar sus crónicas informativas, sus artículos de opinión, con una dilatada y reconocida obra literaria.
Fernando G. Muriel

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